21.7.07

El movimiento LGTB y la perspectiva revolucionaria

El movimiento LGTB y la perspectiva revolucionaria
Jueves 28 de junio de 2007.

En primer lugar, para intentar comprender la relación entre el movimiento LGTB y la revolución es necesario definir los conceptos. Por revolución debe entenderse un cambio radical en la estructura social (independientemente de si este cambio se da por medio de una revolución violenta o de un proceso electoral pacífico o de cualquier otro medio que se nos ocurra), se distingue así de otros cambios sociales reformistas que "podan las ramas" del árbol social dejando indelebles sus raíces.
Por simplificar (y si toda simplificación es reduccionista, ésta lo es hasta el absurdo) en las relaciones sociales podemos categorizar tres niveles: el económico (cómo se produce y distribuye la riqueza), el político (cómo se toman las decisiones que afectan al conjunto social) y el personal (cuál es la forma de interacción entre los individuos que componen la sociedad). Para calificar un proceso de revolucionario es necesario que los tres niveles se vean afectados, que, partiendo de una determinada estructura social, acabemos en otra con otra forma de producir, otra forma de tomar las decisiones y otra relación entre las personas. Si sólo se cambia o se matiza uno de los aspectos, no estamos ante una revolución, estaremos reformando.
Fijémonos ahora en el movimiento LGTB. ¿Cuáles son sus objetivos, sus señas de identidad? Lo que busca es defender los intereses de las personas que tienen una opción sexual o una identidad de género distinta al modelo hegemónico de correspondencia absoluta entre sexo biológico, cromosómico e identitario y heterosexualidad. Esto es, buscar que la diversidad en este aspecto no sea un parámetro diferenciador de las relaciones sociales, que una persona homosexual o transexual no tenga dificultades añadidas para obtener un empleo, casarse, adoptar, estudiar una carrera o tener un tratamiento discriminatorio, burlesco o criminalizador en los medios de comunicación, las posturas académicas o las relaciones personales.
A simple vista (recalquemos esto), los objetivos del movimiento LGTB no afectarían ni al nivel económico ni al nivel político de la categorización que hemos hecho en un principio sobre los elementos de la estructura social. A simple vista, la revolución no está en la perspectiva de este movimiento, que se queda meramente en un cambio a nivel de relaciones intersubjetivas de la sociedad (lo cual no es poco, es una tarea hercúlea).
Pero al analizar un fenómeno social, lo peor que podemos hacer es quedarnos en el "a simple vista". Cometeríamos un craso error si concebimos los tres niveles aludidos como compartimentos estancos absolutamente independientes. Existe entre ellos una interacción, una cierta correspondencia, una influencia mutua definidora. No es concebible un sistema de producción determinado que sea compatible con cualquier modelo político o de relaciones personales o viceversa.
Si la estructura social es discriminatoria con las personas con identidad de genéro u opción sexual "heterodoxas" (y siempre se es heterodoxo con respecto a un modelo, en otros lugares y épocas históricas el heterodoxo era el heterosexual) no es casual, es porque esto es compatible con el modelo político y el económico, porque es parte de los mecanismos que tiene el sistema para perpetuarse.
Volvamos al movimiento LGTB y sus objetivos. ¿Puede cumplirlos sin atacar la base política y económica del sistema en el que opera, esto es, el capitalismo imperialista en la fase de la llamada "globalización"? A simple vista la respuesta es sí. Es concebible un sistema donde se produzca mediante el trabajo asalariado y la propiedad privada de los medios de producción y se tomen las decisiones por medio de una "democracia" burguesa representativa en el que no exista discriminación por cuestiones de opción sexual. Pero el problema es ese, que es concebible, no sabemos si es posible. Lo concebible es un ejercicio intelectual, un modelo mental que no sabemos qué relación guarda con la realidad. Entra en el campo de la utopía, lo cual está muy bien para la literatura, pero muy mal para el cambio social.
En los modelos sociales clasistas, en los que no todos los individuos están al mismo nivel, donde hay un arriba y un abajo, es necesario inocular una idea de "lo bueno" y "lo malo" que justifique las diferencias sociales. Si alguien está en una situación desfavorecida es necesario que piense (y que el resto de sujetos así lo hagan) que es porque no cumple alguno de los requisitos socialmente aceptados de "lo bueno", del éxito, no porque haya un grupo social que se quede para sí la riqueza, el poder político y el reconocimento personal y que actúa conscientemente para excluir al resto de los mismos, lo cual es una idea peligrosa para mantener esos privilegios.
"Lo bueno" es hoy, en el capitalismo imperialista, ser, entre algunas otras cosas, hombre, blanco, rico, atractivo, de ciudad y heterosexual (en otros momentos históricos era importante ser católico o aristócrata, cosas que todavía permanecen residualmente). Cualquier cambio en este aspecto, es decir, cualquier alteración de lo que la ideología hegemónica dice, es, en sí mismo, un ataque a uno de los pilares que sostienen el sistema y le permiten perdurar (junto con la violencia estatal): la justificación ideológica de las diferencias sociales.
Ante un movimiento que busque una alteración en esto el poder establecido tiene dos opciones (que suelen representar respectivamente las opciones democristianas o conservadoras y las socialdemócratas o social-liberales): tensar la cuerda y negarse al cambio (lo que puede provocar que sea el movimiento el que acabe negando al poder establecido, si es lo suficientemente fuerte y estructurado) o aceptar algún cambio no esencial, que le permita enfriar y dividir la contestación con una merma mínima de poder.
Un gobierno determinado (que no es otra cosa que el agente político de los poderes económicos que lo sustentan, no lo olvidemos) puede decir: bueno, vale, voy a hacer alguna medida legislativa (matrimonio, adopción) que te mejore la situación y me voy a encargar de que mis medios de comunicación afines y mi sistema educativo empiecen a disociar poco a poco la idea de éxito de la heterosexualidad. Pero esto ni siquiera va a ser muy profundo, porque tengo que seguir justificando que mi grupo social dominante esté compuesto por hombres, blancos, ricos, atractivos y heterosexuales (que son los que me controlan, que son los que tiene los medios de producción a su disposición). Vale, meto algún homosexual en determinadas instancias y lo agito para que todo el mundo lo vea, pero si eres mujer, fea, pobre, negra, de campo y lesbiana, pues chica, haberlo pensado mejor antes de nacer. Para que el sistema permanezca inalterado, las modificaciones en la ideología dominante no pueden ser muy profundas.
Esto no quiere decir que se rechace la reforma por principio. Las reformas son avances y mejoras de la situación pero hay que tener en cuenta, en las reformas que afectan al modelo ideológico hegemónico, que estas solo afectan a sector del grupo social menos "heterodoxo", más integrable. Para solucionar el problema verdaderamente las reformas no valen, puesto que el grupo dominante no se va a dejar arrancar privilegios así como así. Va a tener que inocular la idea de que están mejor porque se lo merecen, porque son mejores. Convencer al excluido de que es justo que se le excluya es la única forma de evitar que el excluido se rebele.
Así pues, el modelo de sexo-género, es un pilar esencial del sistema. El sistema no puede pervivir sin él, así que no va a permitir su modificación. Las conclusiones de esto son claras: no se pueden alcanzar verdaderamente los objetivos del movimiento LGTB sin derribar el sistema económico-político.
Además, desde una perspectiva de izquierda transformadora, es obligación de los sectores más conscientes del movimiento LGTB velar especialmente por los sectores más desfavorecidos dentro del grupo cuyos intereses defienden. Y estos sectores más desfavorecidos (dentro de un grupo ya de por sí desfavorecido y discriminado), las mujeres, los obreros, etc poco mejorarán con la reforma.
Pero, mucho ojo, lo contrario también es verdad. No se puede plantear ningún proyecto revolucionario de transformación político-económica (un proyecto de construcción socialista, por ejemplo) sin previamente integrar las demandas del movimiento LGTB, que cuestionan la legitimación de la dominación en el sistema, que nos ayudan a derribar la ideología hegemónica y construir otra antagonista.
La relación entre ambas cosas no es de preferencia, no va primero la revolución político-económica y luego el cambio en las relaciones personales intersubjetivas sociales ni viceversa. Las dos cosas van juntas porque son la misma cosa.
El movimiento LGTB debe ser revolucionario o será poca cosa y la revolución debe ser LGTB (entre otras muchísimas cosas) o no será nada.


Un saludo
Tito, miembro de la A.U. Carlos Marx
En: http://www.nodo50.org/carlosmarx/spip/article.php3?id_article=416
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1 comentario:

Janoengels dijo...

en lo personal no me gusta este articulo, lo encuentro muy incompleto, coeregirlo requiere una extencion mayor que el articulo. Pero ello no quiere decir que no sea un buen puntapie para tratar el tema.